La villa de Poza de la Sal es declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1982. Su trazado urbano refleja aún con fidelidad el origen medieval del actual emplazamiento de la villa, y los restos del castillo, murallas, iglesia, ermitas, y el propio salero constituyen por sí mismos claros testimonios de la importancia económica e histórica de la villa durante toda la Edad Media y la Edad Moderna.

Cartel Poza de la sal

La historia de Poza de la Sal y la historia de sus salinas es difícilmente separable, pues fue la explotación de la sal la clave para su desarrollo histórico y económico a lo largo de los siglos.

Así, si bien tanto la sal como la ofita fueron dos elementos fundamentales ya desde periodos muy tempranos, o lo suficientemente importantes como para propiciar el asentamiento humano, y en efecto han sido localizados restos correspondientes a una conología probable neolítica y calcolítica en distintos lugares del término municipal, sin embargo sólo nos podemos remontar con certeza a la II Edad del Hierro, hacia el año 350 a. C. Durante este periodo y aproximadamente a 2 kilómetros del actual emplazamiento de la villa existe Salionca o Salionica, ubicada en el Alto Milagro.

Este núcleo de población, habitado por autrigones, se convertirá en la Flavia Augusta romana a partir del siglo I d. C., entre cuyos vestigios de tipo constructivo destacan algunos tramos de calzada romana y restos del acueducto que llevaba agua a la ciudad. Además han podido ser recuperados algunos de los singulares monumentos funerarios de la necrópolis, de cronología romana aunque de tradición indígena, conocidos como urnas oikomorfas.

Con toda seguridad en esta época de dominación romana se produjo un impulso significativo en la explotación de las salinas, y se introdujeron nuevos métodos de obtención y extracción de salmuera que han condicionado el trabajo en el Salero durante los dos últimos milenios, y han definido la singularidad de estas salinas en la península.

Tras la caída definitiva de Roma en esta zona en el siglo VI, y una vez transcurrido un periodo caracterizado por una gran inestabilidad en la Alta Edad Media durante el periodo visigodo y los primeros momentos del avance musulmán, existe ya en el siglo IX un núcleo de población llamado por primera vez Poza y ubicado en el propio territorio salinero, en la ladera noreste de El Castellar y al pie del flanco norte del diapiro. Su nombre hace referencia a los pozos de sal, y su etimología parece clara, del latín putea –plural de puteum, pozo-.

Imagen Poza de la sal

Aquí hubo un monasterio benedictino de los Santos Justo y Pastor, dependiente entre los siglos X y XIII de San Pedro de Cardeña de Burgos, una primera iglesia, de Santa Eufemia, la iglesia de San Millán, y también una primera fortificación que probablemente formaba parte junto a otras de la línea de defensa que protegía los primeros núcleos de repoblación.La primera referencia documental a la explotación de las salinas está recogida en el Becerro Gótico de Cardeña, en una escritura de donación de una suerte de muera que Diego y Eufrasia, matrimonio, con sus hijos Tello y Juan, entregan al monasterio de Cardeña y a su abad Alfonso por la salud de sus almas, con fecha de 15 de enero del año 937.

Aquí hubo un monasterio benedictino de los Santos Justo y Pastor, dependiente entre los siglos X y XIII de San Pedro de Cardeña de Burgos, una primera iglesia, de Santa Eufemia, la iglesia de San Millán, y también una primera fortificación que probablemente formaba parte junto a otras de la línea de defensa que protegía los primeros núcleos de repoblación.La primera referencia documental a la explotación de las salinas está recogida en el Becerro Gótico de Cardeña, en una escritura de donación de una suerte de muera que Diego y Eufrasia, matrimonio, con sus hijos Tello y Juan, entregan al monasterio de Cardeña y a su abad Alfonso por la salud de sus almas, con fecha de 15 de enero del año 937.

A esta escritura se suceden otras a lo largo del siglo en relación con los trabajos de extracción de muera y explotación de la sal, escrituras que aportan también otros datos: en uno de los documentos, fechado el día 18 de marzo del año 962, aparece citado Álvaro Cianiz como merino de Poza en la escritura de donación que el presbítero Juan hace de la iglesia de Santa Eufemia y de todos sus bienes al monasterio de Cardeña y su abad Esteban.

Imagen Poza de la sal

El 9 de enero del año 978, en un diploma que recoge la venta a Cardeña de un pozo completo de muera, se menciona por primera vez el monasterio de los Santos Justo y Pastor y también el nombre del valle en el que se encuentra dicho pozo: Socastro (pozo de moyra in loco que dicitur Subkastrello, iuxta Sanctorum Iusti et Pastoris...), haciendo referencia nuevamente a la fortificación.

Durante todos estos siglos la propiedad y explotación de las salinas estará estrechamente ligada a los grandes monasterios de San Pedro de Cardeña (siglos X, XI y XII), San Salvador de Oña (a partir del año 1011, fecha de su fundación), Las Huelgas de Burgos, y también a los rees de Castilla, como antes lo estuvo a la familia de Fernán González.

Esta zona del condado castellano al norte del Duero, repoblada entre los años 860 y 912, se organiza hasta mediados del siglo XII en alfoces, concepto geográfico y administrativo que con origen en el vocablo árabe al-hauz significa distrito o cantón y designa un territorio cuyo régimen jurídico depende de un castillo principal. Al frente de este castillo se encuentra el tenente que detenta el gobierno del alfoz en nombre del conde. El Alfoz de Poza, que junto a los alfoces de Briviesca, Pancorbo y Monasterio integraría más adelante la merindad de Bureba, es citado en la documentación de Oña en un diploma fechado el 14 de mayo de 1011: Solas in alfos de Posa... et exinde ad defessan de Arconada que est mea de alfoz de Posa”; también con fecha de 10 de enero de 1133: in uilla que dicitur Piernigas... Hec uilla sita est in alfoce de Poza. Este alfoz incluyó 43 aldeas y 60 despoblados, un total por tanto de 103 lugares, que lo convirtieron en el más extenso de la posterior merindad de Bureba, y en uno de los cinco más grandes del territorio que hoy constituye la actual provincia de Burgos.

Ya desde finales del siglo XI se va definiendo la Merindad como nueva entidad administrativa, de tal forma que aparecen frecuentes alusiones documentales a tenentes y merinos de la merindad de Bureba a lo largo de los siglos XII y XIII. Así, en el año 1048 dominaba en Poza Sancho López, quien a pesar de la derrota del rey navarro en Atapuerca aún consta como tenente de éste en el año 1057. En 1082 es tenente el conde Gonzalo Salvadores, muerto en la traición de Rueda, y en 1097 Gómez González. Durante el reinado de Alfonso el Batallador, Sancho Juan. En 1168 Alfonso VIII concede Poza en arras a Leonor de Inglaterra, su esposa, y nombrará como tenentes a García Rodríguez en 1177 y a Pedro Gutiérrez en 1181.

En Plena Edad Media, en el siglo XII ya existe constancia de la ubicación de Poza en su emplazamiento actual.

Probablemente es en este momento cuando durante el reinado de Alfonso VII de Castilla –Madoz recoge en su Diccionario que la villa fue poblada por segunda vez en 1135- comienza la construcción del castillo actual y la muralla.

Imagen Poza de la sal

En el año 1192 el Monasterio de San Pedro de Cardeña traspasa a Alfonso VIII todos sus derechos y propiedades en estas salinas, de tal manera que a principios del siglo XIII la obra de este monasterio en Poza ya es casi inexistente produciéndose el abandono del monasterio de los Santos Justo y Pastor y de la iglesia de Santa Eufemia.

A mediados del siglo XIII, en 1255, Alfonso X el Sabio intenta monopolizar las salinas con la publicación en este año de su Fuero Real, pero este control por parte de la Corona sólo se consiguió, y con restricciones, en 1348, con Alfonso XI.

En 1298 Fernando IV de Castilla, siendo regente María de Molina, otorga Poza y Pedrajas que son en la merindad de Bureba a Juan Rodríguez de Rojas, donación que Alfonso XI confirmará medio siglo después. Así Poza deja de ser realengo para convertirse en señorío, hasta el siglo XVI. Es entonces cuando Carlos I crea el Marquesado de Poza a favor de uno de sus descendientes, también llamado Juan de Rojas, en 1537.

La distribución de la sal se vio beneficiada por la fundación de la Cabaña Real de Carreteros por parte de los Reyes Católicos, fundación que perduró hasta el año 1836 y que favoreció notablemente el transporte y la seguridad en la red de caminos. Con los Austrias se introduce un cambio sustancial en la organización y la explotación de las Salinas: Felipe II decreta el estancamiento de la sal en 1564, es decir, comienza un monopolio que afecta a la venta de la sal, no a la propiedad sobre las salinas, y que sólo terminará en 1868 cuando caiga la Monarquía de los Borbones con Isabel II. Este mismo rey ordena construir el almacén de sal más antiguo de los tres que actualmente podemos ver en el Salero. A lo largo de estos siglos la Comunidad de Herederos de las Salinas, corporación de todos los propietarios, además de cumplir con sus cometidos habituales de organización y regulación de los trabajos del Salero, también tratará de hacer frente a los abusos de la Corona.

La villa debió ser por su importancia económica un foco de atracción para la comunidad judía a lo largo del medievo, y de hecho al menos durante el último tercio del siglo XV -hasta 1492, fecha de su expulsión de Castilla- la aljama judía tiene en Poza una importancia social y económica considerable reflejada en las cargas tributarias que soportaba. La tradición señala como sinagoga judía la llamada Casa de Abid, o Casa de Abril como s conocía popularmente, sin embargo algunos especialistas no parecen estar de acuerdo con la ubicación de la aljama dentro de la muralla, en el corazón de la villa.

Imagen Poza de la sal

El siglo XVI será un siglo de bonanza económica: Poza ya no verá limitada su producción de sal a favor de Añana y por tanto la explotación experimenta un notable crecimiento; se produce el estancamiento de la sal pero a cambio la Corona ejercerá su protección sobre la villa y el Salero; la villa pasa a ser Marquesado... Todo esto incide en el arte y la cultura: en la iglesia parroquial y en el santuario de Pedrajas se realizan numerosas obras, la muralla ya se había remodelado en los siglos XIV y XV pero es en este siglo cuando los edificios comienzan a adosarse a sus muros para ganar espacio a medida que va perdiendo importancia su función defensiva, y es probablemente ahora cuando se construye el edificio del ayuntamiento en la Plaza de la Villa. Ya en este siglo en Poza está documentada una escuela de enseñanza elemental o de primeras letras situada en esa misma plaza, junto al Ayuntamiento, edificio con el que presenta una clara unidad constructiva. Es también destacable que Poza fue una de las poblacines que dispuso de Cátedra de Latinidad ya en el siglo XVII, en un edificio que aún hoy existe en la calle de El Dómine, calle que recibe su nombre del preceptor que regentaba esta cátedra.

El siglo XVIII también será un siglo de esplendor, después de la recesión económica general sufrida durante el siglo XVII. Es el siglo en el que se lleva a cabo el mayor número de obras civiles y religiosas en la villa, y en el que los monarcas ilustrados acometerán también una importante revitalización en el Salero. En 1786, durante el reinado de Carlos III, se comienza la construcción de la Casa de Administración de las Reales Salinas, que proyecta José Benito Cortés del Valle bajo la dirección de la Hacienda Real. La obra finalizará con Carlos IV en 1789. Inmediatamente después se levantarán La Magdalena y Trescastro, dos de los tres almacenes de sal cuyos restos aún podemos ver en el Salero. Este monarca también impulsó la construcción de salinas, pozos, cañas y otro almacén en el desaparecido valle de Las Almendreras, y en agradecimiento a Carlos IV y a su Ministro de Fomento Miguel Cayetano Soler por estas obras públicas la Comunidad de Herederos de Salinas levantó frente al castillo el Picón de Santa Engracia en 1805.

Después de siglos de esplendor en época Moderna, la villa de Poza y sus salinas comienzan a sufrir un paulatino abandono a partir de finales del siglo XIX, hasta que en la década de los años 70 del siglo XX el trabajo de la sal definitivamente desaparece.

Imagen Poza de la sal

Las salinas de Poza de la Sal han sido declaradas Bien de Interés Cultural como Sitio Histórico por Real Decreto 262/2001 de 22 de noviembre. Esta declaración y la construcción del Centro de Interpretación de Las Salinas suponen las bases para la protección, conservación y divulgación del Salero y de la explotación industrial aunque artesanal de la sal que durante milenios aquí se llevó a cabo.